Hombres y mujeres preparan tambores, confeccionan trajes, fabrican estandartes y pintan plumas de colores, a efectos de lograr la explosión visual y emocional de esta tradición que, en nuestro país, se remonta al tiempo de la colonia.
Cuando llegan las Llamadas, las tensiones se disipan, los cuerpos se aflojan, la razón deja paso a la emoción, para que el tamboril sea el único referente, marcando el ritmo y el cimbreado de las caderas. Desde los mismos orígenes, el carnaval siempre fue el corazón caliente de los montevideanos, que durante el invierno aguardan, anhelantes, el repiqueteo todavía lejano de los tambores.
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